viernes, 2 de abril de 2010

Ani Choying Drolma




http://www.choying.com/

Ani Choying Dolma decidió a los diez años hacerse monja nepalí porque no quería casarse, pues ello equivalía a recibir de un marido las palizas que ya le había dado su padre. Hoy, cantante de éxito, ha desvelado su dura niñez en la autobiografía "La canción de la libertad".

Vestida con la tradicional túnica nepalí de color granate y llevando en su muñeca derecha un moderno reloj rojo brillante, Choying ha confesado a Efe que escribir algunos capítulos del libro (Editorial Vergara) le ha costado mucho porque ahora echa de menos a su padre y siente por él un "amor profundo".

"Mi padre ha sido una figura fundamental en mi vida", ha dicho quien no oculta en su cabeza rapada una fea cicatriz producto de uno de los golpes que su progenitor le dio, e insiste en que le ha perdonado "totalmente".

"No se trata tanto de olvidar como de analizar la experiencia y, si las consecuencias son buenas, entonces ese momento de la vida fue valioso", ha reflexionado esta menuda mujer, para quien, en general, "toda persona que tiene éxito ha tenido que hacer frente a dificultades y esas son las que le han inspirado".

Hoy, con ocho discos grabados, recorre el mundo dando conciertos con canciones que hablan de paz y esperanza.

Ani Choying (Katmandú, 1971) utiliza su voz como arma para conseguir dinero con el que financiar una escuela para educar a niñas nepalíes.

Ha reconocido que eligió ser monja "por el sufrimiento" que experimentó, y así pudo conocer a su maestro, el lama Urgyen Turkun Rimpoche, que le ha aportado "todo lo positivo" que tiene, todo lo que ha sido capaz de desarrollar "por su bendición y su guía".

Mujer tranquila, incluso antes de dar un concierto, y a la que le gusta hacer frente a los retos que tienen algún sentido, se auto-define como "contundente, valiente, divertida, aburrida, en fin, una persona más con mucho anhelo de felicidad".

Y precisamente felicidad es lo que Choying, a la que apoyan cantantes internacionales como Tracy Chapman, transmite en sus conciertos, acompañada solo de un "damarn" o pequeño tambor y unas campanas tibetanas.

"La felicidad es un hábito, una vez adquirido, uno se va deslizando suavemente hacia ella, ya no hace falta pensar en ella, y entonces es cuando se vive la felicidad", ha declarado.

Entre sus canciones, que se escuchan mucho en Nepal, destaca aquella que aprendió de niña y que sigue gustando a pequeños y mayores. En ella se cuenta que a los ojos de una flor el mundo se asemeja a una flor, pero a los ojos de una espina, el mundo parece una espina. "Todo depende del modo en que percibamos la realidad", ha señalado.

Con el dinero que recauda en los conciertos y, ahora, con las ventas de su libro, brinda la oportunidad a que muchas niñas nepalíes se críen en un entorno intelectual y espiritual. De momento no se ha casado ninguna -"son muy jóvenes"-, pero en su escuela "Arya Tara School" no se les educa en contra del matrimonio.

Ani Choying ha confesado que le queda un sueño por cumplir, el que prometió a su madre, fallecida a causa de una enfermedad renal: crear un hospital para este tipo de enfermedades.

Hasta hace un año en Nepal no se hacían trasplantes de riñón y la diálisis es muy cara. "Estoy esperando a un gran poderoso ángel que me diga toma, aquí tienes ese hospital con buenas instalaciones y asequible para la gente", ha reconocido.


fuente: EcoDiario

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