Cuento taoísta
Un viejo granjero llamado Sei Weng era dueño de una yegua conocida por su belleza. Una mañana, la potra desapareció. Viendo que no regresaba, la gente del pueblo ofreció sus condolencias a Sei Weng: “Esa yegua era indispensable, qué desgracia”, dijeron. "Puede ser", respondió el granjero.
Unos días más tarde, la yegua regresó seguida por un potro salvaje de gran fuerza y porte. Los vecinos felicitaron al granjero por su buena suerte. Él simplemente dijo: "Quizás".
Algún tiempo después, el hijo de Sei Weng, mientras montaba al caballo nuevo, cayó y se fracturó una pierna. La gente del pueblo no sabía cómo consolarlo. “¡Qué fatalidad! Tu hijo era de gran ayuda en la granja”. "Tal vez", contestó Sei Weng
Luego de unas semanas, estalló la guerra y todos los jóvenes del pueblo se reclutaron y murieron en el campo de batalla. Todos excepto el hijo de Sei Weng, que no había podido luchar porque su pierna seguía inmovilizada. Los vecinos se sorprendieron ante su buena fortuna: “Tu hijo es el único joven sobreviviente del pueblo ¡Qué suerte la tuya!”. "Puede ser ", dijo el granjero.
Extraìdo de: http://h2hlatino.org/articulos.php?id=131
Algún tiempo después, el hijo de Sei Weng, mientras montaba al caballo nuevo, cayó y se fracturó una pierna. La gente del pueblo no sabía cómo consolarlo. “¡Qué fatalidad! Tu hijo era de gran ayuda en la granja”. "Tal vez", contestó Sei Weng
Luego de unas semanas, estalló la guerra y todos los jóvenes del pueblo se reclutaron y murieron en el campo de batalla. Todos excepto el hijo de Sei Weng, que no había podido luchar porque su pierna seguía inmovilizada. Los vecinos se sorprendieron ante su buena fortuna: “Tu hijo es el único joven sobreviviente del pueblo ¡Qué suerte la tuya!”. "Puede ser ", dijo el granjero.
Extraìdo de: http://h2hlatino.org/articulos.php?id=131
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