lunes, 14 de marzo de 2011

Un tipo luchador y bueno

“Cuando llegué por primera vez a González Catán, solo encontré un barrio opaco y gris, estragado por la pobreza y la marginalidad, un lugar desértico. En mi interior, una voz muda me decía que tenía una importante misión que cumplir”, comentaba el Padre sobre su lugar soñado.

Lejos de rendirse decidió continuar con su sueño y comenzó la construcción de su Obra en González Catán. Con mucho esfuerzo y gracias a sus amigos avanzaba en su objetivo, pero de nada servía levantar la Capilla Cristo Caminante, si no podía oficiar misa. En 1972 es desplazado de su trabajo en el Hospital Ferroviario y comienza una larga lucha para que las autoridades concedan el derecho a la incardinación.

El 8 de diciembre de 1975, día de la Virgen, contra viento y marea se inaugura la Capilla que tanto había soñado, pero recién un año después, y gracias a la intervención del Monseñor alemán Antón Herre, logró el ansiado permiso para oficiar misa.

“Pasaron los años y las suelas de muchos zapatos se gastaron, no solo los míos, sino también los de toda la gente que me acompañó en la realización del sueño que traía, agazapado en el corazón, desde el viejo mundo. Y por fin el 8 de diciembre de 1975, luego de interminables idas y venidas, de alegrías y sinsabores, Cristo Caminante llegó al barrio antes olvidado para tomar posesión de su casa. Para visitar todos los hogares”, dijo el Padre Mario.

A finales de la década del 70, el Padre Mario soñaba con una Obra, que le permitiera llegar a más personas. Así comienza a organizarse y junto a sus colaboradores más cercanos busca plasmar su sueño.
Cuando empieza a construir la Obra, en quien primero piensa es en las madres del barrio que trabajaban fuera de sus casas y que no tenían donde dejar a sus pequeños hijos. Entonces funda el Centro Materno Infantil, que en ese momento se llamaba Guardería del Niñito Jesús. Estos chiquitos eran cuidados por un grupo de señoras que se acercaban para ayudar y quedaban como voluntarias.

Una de las primeras medidas para recaudar fondos fue la creación de un bono contribución, de esta manera el Padre seguiría recibiendo donaciones, a pesar de su resistencia, pero en dinero. Esa era la única forma posible de concretar la Obra.

HACEDOR MILAGROSO
EI Padre fue un gran hacedor milagroso, a medida que iba palpando de cerca las necesidades más grandes del barrio, construía. No era un hombre de planificar, era un gran improvisador, pero genial. Además contó con el apoyo de todos sus amigos, la gente que lo quería no vacilaba ante el pedido de ayuda.

Los llamaba a cualquier hora del día. A veces eran las dos de la mañana y se le ocurría comunicarse con sus colaboradores por teléfono y les decía: “me faltan caños, ladrillos, hierros ….” La gente se movilizaba encantada por una misión encomendada por Mario Pantaleo.

En 1978 se crea la Fundación Presbítero José Mario Pantaleo, porque a través del Ministerio de Salud y Bienestar Social, se conseguían subsidios para las ONG’S. La personería jurídica fue lograda gracias al asesoramiento de la Dra. Lidia Correa Aldana, que era la Directora de la Inspectora General de Justicia.
En esos tiempos el Padre, ya contaba con la ayuda de Perla Gallardo, su fiel colaboradora. Casualmente, el día de la firma de la constitución de la Fundación, Perla se encontraba en Rosario. Y Guillermo Garavelli, su hijo menor, acompañó al Padre a realizar el trámite. De esta manera, por casualidad, se convierte en co-fundador de la Obra del Padre Mario.

Los días del Padre, en la década del ochenta, eran muy largos y agotadores. Se despertaba bien temprano a la madrugada y celebraba misa antes de desayunar. Después tomaba un café con leche y recibía a toda la gente que lo visitaba para pedirle ayuda.

Por esos tiempos, los primeros en llegar eran los artistas que daban sus funciones en los teatros y luego de cenar, a eso de las 3 de la mañana, emprendían el viaje hasta González Catán para visitar a su amigo. Don Gauna, vecino y gran colaborador, se levantaba y les habría el portón a los que llegaban con el alba, porque a veces hacía mucho frío y era muy duro esperar en la calle. Entre los más asiduos compañeros se encontraban Juan Carlos Altavista ” Minguito”, Luis Sandrini, Mimí Pons, Juan Alberto Badía, Jorge Guinzburg, y Jorge Porcel. En gratitud a los consejos, charlas y atención recibidos, todos ellos fueron muy generosos con el Padre y su Obra.

Fueron tiempos muy fecundos para la Obra ya que, con la presencia del Padre, se lograban donaciones que posibilitaban un crecimiento vertiginoso. Llegaron el Centro Médico, el Centro de Atención para Mayores (C.A.M.), el Hogar Santa Inés para discapacitados, la Escuela Primaria y Secundaria, y así hasta principios de los noventa.
Luego de la desaparición física del querido Padre Mario su Obra ha debido implementar un enorme proceso de cambio y adecuación a las nuevas condiciones del entorno, sin el cual hubiera sido prácticamente imposible sostenerla.
La pérdida del Padre Mario como líder físico significó para su Obra el hecho más traumático que pudiera producirse y que jamás se producirá en la misma.

Por lo tanto la Obra ha debido transformarse de manera de compensar esta pérdida y así tratar de mantener y desarrollar la tarea ciclópea de un hombre único.
Una parte fundamental de esta transformación fue establecer pautas de organización y de gestión compatibles con una estructura organizacional que debía continuar con la misión legada por el Padre.


Estraído de: http://padremario.org/padre-mario/resena-historica/

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